El problema fundamental para nuestro modelo neo-liberal es que no hay muchas formas de ordenar el puzzle para que el resultado sea un modelo político-económico que le entregue −en democracia, y año tras año− más del 30% del ingreso al 1% de la población. Cuando comienzan a haber temblores grado 3, es tiempo de salir a comprar seguros externos que ayuden la inmovilidad (la alternativa siempre disponible es activar el Exit Mode, aumentando la inversión externa en el resto de America Latina).
A diferencia de la física de Newton, que puede entender con precisión el movimiento de dos cuerpos que interactúan por medio de la gravedad, si un modelo complejo de acumulación (como el actual) es sujeto a un shock múltiple, la dinámica del movimiento es impredecible. Por consiguiente, todo cambio es muy delicado −y resbaladizo-. Cualquier seguro, al precio que sea −qué importa si éste conlleva perdida de soberanía a cortes de dudosa reputación− es muy bienvenido.
Y lo de dudosa reputación es porque estas cortes han sido diseñadas específicamente para maximizar los conflictos de interés de sus miembros. Los tribunales que van a dirimir los litigios en el TPP serán integrados por jueces y abogados que van a alternarse en sus funciones. Esto es, rotarán entre servir como jueces en los tribunales, y actuar en representación de las corporaciones que llevan sus causas a dichos tribunales. Si como jueces son afectuosos con las multinacionales, podrán esperar jugosos contratos como litigantes cuando se reencarnen en el periodo siguiente como simples abogados.
Para la senadora demócrata Elizabeth Warren (no se olviden de este nombre), eso ya es lo que botó la ola, o como diría un romano, el non plus ultra del TPP. ¡Para el Guiness Book of Records! (sección conflicto de interés). Si hay algo que la ideología neo-liberal domina a la perfección es la tecnología del poder (una pena que no pase lo mismo con muchas de las tecnologías productivas).
Por eso, llamar estas cortes “Mickey Mouse”, como lo hago aquí, es sobrestimarlas −en el sentido que la Real Academia Española define esta última palabra−, esto es, estimar algo por encima de su valor.
Otro problema fundamental de nuestro modelo neo-liberal es que necesita sincronizar dos lógicas distintas: la del desarrollo nacional, y la del capital globalizado (nacional y extranjero). La sorprendente falta de industrialización de nuestro sector exportador es el mejor ejemplo del conflicto entre ambas lógicas: como diría un griego, ahí si que no hay sinfonía entre los intereses de nuestro desarrollo económico y el de las multinacionales que se quedan artificialmente en lo puramente extractivo. China: ¡Qué excusa más manoseada!
El supuesto implícito con que se ha trabajado en Chile desde las reformas, tanto en dictadura como en democracia, es que ambos intereses −los del desarrollo nacional y los del capital globalizado− son prácticamente idénticos (como un diagrama de Venn con dos conjuntos que tiene casi todos sus elementos comunes). Como cada día es más evidente que eso no es así, un TPP es muy bienvenido para asegurar la primacía del segundo.
Antes de las reformas, la hipótesis de trabajo en política económica fue que ambas lógicas eran contradictorias; ahora, que ellas son indistinguibles. ¿Por qué será que en lo ideológico la tradición iberoamericana sólo puede avanzar multiplicando por menos 1, esto es, con retroexcavadoras?
Hirschman nos decía hace años que la formulación de políticas económicas tiene un fuerte componente de inercia. Por tanto, a menudo éstas se continúan implementando rígidamente aunque ya hayan pasado su fecha de vencimiento y se transformen en contra-productivas. Esto lleva a tal frustración y desilusión con dichas políticas e instituciones que es frecuente tener posteriormente un fuerte “efecto rebote”. ¡Tanto se ha hablado de la famosa retroexcavadora de Quintana!
Lo que se olvida es que las retroexcavadoras son endógenas a los modelos inmovilistas. Los Chicago Boys no fueron una retroexcavadora exógena, ni menos original del modelo anterior. Ese modelo, por no adaptarse en su época al cambio (como lo hicieron procesos similares en Asia), generó las condiciones para tal retroexcavadora. Los Chicago-Boys, con Sergio de Castro a la cabeza, fueron sólo los yihadistas encargados de manejarla. Y por eso la retroexcavadora fue tan burda (El Ladrillo); no hay que olvidar que el núcleo de la gran “modernidad” chicaguense fue simplemente transformar lo que antes era vicio en virtud, y lo que antes era virtud en vicio. No se quejen ahora mis amigos neo-liberales si en el horizonte comienzan a ver una retroexcavadora marca déjà vu.
En otras palabras, hay pocas formas de organizar nuestra economía para que unos pocos (nacionales y extranjeros) puedan seguir llevándose la inmensidad que se llevan. La actual está hecha a la medida: lo que prima es la especulación financiera, todo tipo de rentas oligopólicas, subsidios del Estado, y la piñata de los recursos naturales (la diferencia entre nuestra oligarquía y la de los tiempos del Gran Señor y Rajadiablos es que la actual cree que su derecho de pernada se refiere a los recursos naturales). Y como acaba de quedar más que en evidencia en estos días con el último escándalo de colusión, también prima la peor hipocresía: como nos dice un conocido dirigente empresarial, refiriéndose a la reacción de la SOFOFA y otros empresarios, “los lamentos por colusión son [sólo] un show”.
En este modelo neo-liberal, el eje de la acumulación son las fallas de mercado, los privilegios, la poca competencia, las instituciones tímidas, y una inteligencia “progresista” llena de conflictos de interés. Sólo un contexto como este puede premiar tanto a especuladores, rentistas y traders, a los traficantes de influencias políticas y de información privilegiada.
No cabe duda que eso castiga a la inversión real, a la diversificación productiva, a la absorción tecnológica y a la industrialización del sector exportador (pues así pocos se van a molestar en invertir más allá de lo necesario para depredar recursos naturales en forma competitiva, y desarrollar actividades no transables de bajo desafío tecnológico). En un contexto así, la desigualdad es tan melliza de la ineficiencia como la ley de la gravedad lo es de la manzana: una economía que es un paraíso para especuladores, rentistas y traders sólo puede ser un purgatorio para el sector real y los consumidores (el limited access order de Douglas North intenta mirar en esta dirección).
Y como en democracia no hay muchas formas para organizar esto, para continuar asegurando el inmovilismo a la mayoría de nosotros se nos tiene que declarar “interdictos” en un número creciente de materias. Primero se nos declaró judicialmente incapacitados para decidir en materias de política monetaria y de tipo de cambio; por tanto, se nos designó un curador imparcial (Banco Central “independiente”) para que velara por nuestra propia protección y la de nuestros bienes. Después se intentó colocar una camisa de fuerza al gasto público. Finalmente, ahora con el TPP, a la mayoría de los chilenos también se nos declara incapaces de decidir en un amplia gama de materias de política económica, y se nos designa un nuevo curador ad hoc (cortes títeres supranacionales) para que, otra vez −y también para nuestra propia protección y la de nuestros bienes− decida por nosotros cuál es el rango de lo “razonable” en dichas materias. Regístrese, comuníquese, publíquese y archívese.
Falta poco para que en una elección presidencial lo que realmente esté en juego sean temas tan trascendentales como si cambiamos el horario en invierno, o si el monumento a Sampaoli (muy merecido) debería estar en el Estadio Nacional o frente a La Moneda (junto a mi Tío Abuelo). Y seguro que entonces Conicyt abrirá una convocatoria para estudios que traten de explicar la sorprendente abstención electoral.
No se quejen tanto mis amigos neo-liberales, entonces, cuando aparezca un populista con una retroexcavadora tamaño XXXL.
Para Žižek, la última victoria político-ideológica es cuando unos comienzan a contar las historias de los otros como si fuesen propias. Con el TPP, la nueva (bueno, ya harto vieja) centro-izquierda da cátedra en eso, sin entender que las cosas están cambiando. Parece que no entienden la regla del offside. Lo más inherente del inmovilismo es su falta de ideas. Y como decía Maquiavelo, eso no sirve ni para ganar a amigos ni para derrotar enemigos.
Según Darwin, al final, el que sobresale, el que tiene éxito en el largo plazo, no es el más fuerte, ni siquiera el mas inteligente, sino el que se adapta mejor al cambio. Ahí esta el Talón de Aquiles fundamental del sistema actual: no puede, casi por definición, adaptarse al cambio. Cualquier cambio implica gran incertidumbre. El inmovilismo es la única certeza. ¡Nunca nos ha hecho tanta falta un Piloto Pardo! (y cómo nos sobran los “Sir” Shackleton).
En resumen: cuando nos insistan que el TPP es un tratado “comercial”; que abrirá grandes oportunidades a nuestras exportaciones; que nos dará el tan necesario impulso para salir del actual pantano; que gracias a él nos codearemos con la mejor gente, sepa que estarán tratando de pasarnos gatos por liebre. Pues hoy, la mejor forma de pasar gatos por liebre es llamar al gato libre comercio. De la misma forma que si alguien le preguntase a Enrique Correa o Eugenio Tironi cuál es la mejor forma de vender un auto de segunda mano en mal estado, seguro que dirían: llámelo libre comercio.
Joan Robinson −la mejor economista mujer de la historia− ya nos decía hace tiempo que “la razón para estudiar economía no es la de adquirir una serie de respuesta ya elaboradas a problemas económicos, sino la de aprender lo necesario para no ser engañados por economistas”. Eso es hoy más cierto que nunca.
Ya era hora de hacerles un margin call a nuestros vendedores del TPP, pues es el momento de que pongan más sustancia en sus argumentos. Como dice la canción: fue tu mejor actuación; pero perdona que no te crea, pues lo tuyo es puro teatro. Falsedad bien ensayada. Estudiado simulacro.
Fuente : http://ciperchile.cl/2015/11/03/el-tpp-o-como-ceder-soberania-por-secretaria/

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