Alguien podría decir, y con razón, que las futuras compensaciones tipo TPP no tienen nada de original. Cuando en 1834 Inglaterra decidió abolir la esclavitud, pagó 17 mil millones de libras esterlinas −o US$26 mil millones (en moneda actual)− como compensación a los dueños de esclavos, incluido miembros insignes de la House of Lords, muchos de los cuales habían comprado sus títulos de nobleza con lo obtenido en el comercio de esclavos (algunos de sus descendientes aún se sientan en dicha ilustre Cámara). Esa generosidad no se extendió a los esclavos por lo sufrido en tamaña falla de mercado.
Monsanto, por ejemplo, no tendrá problema alguno para demandar a cualquier país que se oponga al uso de sus productos genéticamente modificados diga lo que diga la regulación existente sobre el medio ambiente o la salud. Por definición, lo razonable se define como aquello que quiere Monsanto.
El TPP revela que el pasado ni siquiera ha pasado. Adam Smith ya condenaba a las elites de su época, por creerse “los dueños del universo”; por comportarse de acuerdo a lo que él llamaba “su vil máxima: todo para nosotros y nada para los demás”. Jorge Bergoglio, en su discurso sorprendentemente directo para un Pontífice, toca el mismo tema:
“Mientras que el ingreso de una minoría aumenta exponencialmente, el de la mayoría se desmorona. Este desequilibrio es el resultado de ideologías que defienden la autonomía absoluta del mercado y de la especulación financiera, negando el rol verdadero del Estado en la economía, que es el de velar por el bien común. De esta forma, se instaura una nueva forma de tiranía, aunque a veces ella sea poco visible o virtual, la cual impone sus propias leyes y reglas en forma unilateral e irremediable”.
Y como en toda tiranía, cortinas de hierro (ahora algo más sofisticadas, del tipo TPP) son muy prácticas. El objetivo evidente de la nueva institucionalidad jurídica supranacional que intenta crear el TPP es limitar (como en el pasado) el campo de maniobra de los gobiernos al área que las grandes corporaciones consideran “tolerable” en materias que van de lo salarial a lo tributario, de la regulación financiera a los derechos de los consumidores, del acceso al Internet a varias libertades individuales, y del medioambiente a la salud pública. Y ahora nada mejor que cooptar a los representantes de los agobiados para vender esta pomada.
Una de las cosas que ya se sabe (nuevamente gracias a WikiLeaks) es que lo que va a primar por sobretodo son “las expectativas de retorno razonables de las multinacionales” (¿?). Todo esto dentro de un contexto garcíamarqueano, típico de TLC “moderno” (esto es, uno que tenga poco que ver con el comercio), llamado “expropiación indirecta”, bajo la idea de que también se considerará como expropiación “la medida en la cual la acción del gobierno interfiere con expectativas inequívocas yrazonables en la inversión“.
Aquí hay tres palabras clave; la primera se refiere a la “interferencia” del gobierno. ¿Cuál va a ser la diferencia, por ejemplo, entre una interferencia, y una acción de orientación keynesiana de un gobierno democrático que, representando la voluntad popular, busque la defensa del medioambiente, de los derechos de los consumidores, del acceso a la salud, a la educación, o de la estabilidad macroeconómica? Segundo, ¿quien va a definir qué es lo “razonable”? Por decir lo obvio, no hay área más relativa que esta. Para mí seria lo más razonable del mundo que a Jorge Valdivia se le otorgara La Orden al Mérito, grado Comendador, por su contribución a la genialidad del mediocampo. Y tercero: ¿qué es una inversión? A diferencia de, por ejemplo, actividades puramente especulativas, movimiento de capitales golondrinas, y actividades de traders que sólo buscan beneficiarse explotando fallas de mercado (muchas veces en el área gris de lo legal).
¿Son cortes Mickey Mouse, pobladas de jueces que parecen la imagen popular del juez Griesa, las más indicadas para definir estos temas? No nos olvidemos que hace muy poco, a pesar de que el gobierno de Chile le había anunciado a los cuatro vientos que lo que pedía Bolivia era erosionar un tratado existente, una corte internacional (y una que es de verdad) decidió, y por gran mayoría, declararse competente en esta materia limítrofe.
Como curtidos vendedores ambulantes, los del TPP agregaron disposiciones que, aparentemente, atenuaban el impacto de lo anterior, pero todas tienen sus “normalizadores”. Por ejemplo, un artículo afirma que “no hay nada en este capítulo que impida a un país miembro regular el medio ambiente, la salud u otros objetivos de esta naturaleza”. Pero de inmediato agrega: “pero tal regulación debe ser compatible con las otras restricciones del tratado”.
Monsanto, por ejemplo, no tendrá problema alguno para demandar a cualquier país que se oponga al uso de sus productos genéticamente modificados diga lo que diga la regulación existente sobre el medio ambiente o la salud. Por definición, lo razonable se define como aquello que quiere Monsanto.
Hasta para el New York Times lo que pone en evidencia esta cláusula es evidente: “la prioridad [en el TPP] es la protección de los intereses corporativos, y no el promover el libre comercio, la competencia, o lo que beneficia a los consumidores”.
En buen castizo, uno va a poder hacer lo que quiera, como quiera y cuando quiera, siempre que lo que quiera sea lo que el TPP (y sus cortes versallescas) estipulen como “razonable” (en lugar de “interferencia”), aún en el caso de que ello se refiera a actividades puramente especulativas (y muchas veces destructivas).
Cualquiera semejanza con nuestras transiciones a la democracia es pura coincidencia. En ellas podíamos recuperar nuestra tan deseada libertad de expresión, siempre que en la práctica no exigiésemos, y finalmente ni creyésemos, en lo que previamente había estado prohibido decir.
Para decir lo obvio, la modernidad neo-liberal no es más que transformar lo que Abraham Lincoln llamó “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, en el gobierno “del 1%, por el 1% y para el 1%”. Y para consolidar esta nueva realidad se requiere de muchas cosas, incluida una nueva jurisprudencia.
FUENTE : http://ciperchile.cl/2015/11/03/el-tpp-o-como-ceder-soberania-por-secretaria/

No hay comentarios:
Publicar un comentario